El triunfo de Claudia López en Bogotá y, el de Daniel Quintero en Medellín, solo tienen una lectura; la gente está empezando a despertar, y el uribismo a morir; descanse en paz, Álvaro Uribe Vélez.
Para los que no habéis leído mis anteriores artículos, me gustaría enfatizar que Claudia López nunca ha sido una persona de mis afectos. La violencia verbal que, la hoy flamante nueva alcaldesa de la capital colombiana, usó para atacar al candidato de la Colombia Humana durante la campaña presidencial del año 2018, fue excesiva y políticamente incorrecta. La señora López cruzó líneas innecesarias, y en política <<no todo vale>>. Pero, aun así, he de reconocer que su triunfo me ha llenado de una plácida alegría.
Siempre he sospechado negativamente de la gente que, proviniendo de familias ricas, quieren entrar en política, pues lo único que buscan es hacer negocios.
Por qué alguien que nunca ha conocidos el hambre, el frio, la exclusión o el desamparo ¿querría trabajar por <<el bien de los demás>>? Sospechoso, muy sospechoso, además, ahí está la historia para recordarnos que grandes gobernantes del mundo moderno como, Felipe González en España, François Mitterrand en Francia, Nelson Mandela en Sudáfrica, John Mayor en Inglaterra, Lula en Brasil, Evo en Bolivia y Mujica en Uruguay, fueron hombres hechos a sí mismos y con un común denominador: sacaron a millones de ciudadanos de la pobreza.
Para finalizar, me gustaría desear a los nuevos alcaldes de Bogotá y Medellín que administren bien sus ciudades;
que no desperdicien esta maravillosa oportunidad. Haciendo bien su trabajo, obligarán a políticos corruptos a mirarse en espejos nunca antes vistos. Educación de calidad y gratuita para los que no pueden pagar la privada; salud, vivienda, trabajos dignos y seguridad en las calles tienen que ser la prioridad. Sé que el reto es grande, pero no imposible. ¡Que los dioses sean favorables y benignos con esta nueva Colombia que hoy empieza!
Freddie Uribe