Mohamed Bin Salmán, Bukele, Maduro e Iván Duque; peligrosos y poderosos.

 

Dando mi habitual vuelta mañanera por la prensa nacional e internacional -un ejercicio que requiere de mucho valor y actitud positiva- siento confirmar, este domingo 28 de febrero del 2021, que el mundo va cada día peor.

La pésima gestión qué, por desconocimiento se ha hecho a nivel global de la pandemia del Covid, sigue causando víctimas diariamente; la mala voluntad de algunos gobernantes para proteger a sus gobernados -Bolsonaro, el ex presidente Trump, etc.- frente al virus, tiene la categoría de crimen contra la humanidad. La crisis humanitaria de los venezolanos, tan duradera, va camino de volverse una anécdota ; el golpe de estado y la represión de los Rohingyas en la antigua Birmania y, el acoso sistemático de las autoridades chinas a la minoría musulmana de los Uigures, por mencionar solo algunos de una larga lista de barbaridades, son para echarse a llorar. Si bien, Colombia, por la parte que me toca, es la peor de todas.

Esta semana, la prensa internacional -editoriales en El País de España y The Guardian británico, por mencionar solo dos-  se ha hecho eco de los más de seis mil muertos causados por el caso de los tristemente llamados, Falsos Positivos.

El estupor causado por estas ejecuciones extrajudiciales llevadas a cabo por el ejercito de Colombia -debería ser disuelto inmediatamente- y por orden de las autoridades civiles -el diario, El País, en su editorial pide a Uribe Vélez que responda por estos hechos-, han sido comparadas con las realizadas durante las dictaduras chilena y argentina, con la única salvedad de que Colombia es, según el escritor, Mario Vargas Llosa, «una de las democracias más sólidas del cono sur»; parece que los años no pasan en vano por la mente del premio Nóbel de literatura peruano.

El silencio atronador del presidente Duque ente el informe de la JEP sobre los Falsos Positivos -entiendo que no sepa que decir sobre su amigo y mentor, Uribe Vélez-

no solo le deja mal parado frente a la mayoría de sus homólogos internacionales, sino que, enloda una vez más, el cada día más maltrecho nombre de Colombia. Duque tiene que dar la cara; los colombianos lo exigimos y, la historia, le ajustará las cuentas. Igual que al príncipe saudí, Mohamed Bin Salmán, por el descuartizamiento del periodista Jamal Kashoggi y, cuya autoría señala, sin lugar a ninguna duda, el informe de la CIA publicado por La Casa Blanca hace un par de días.

Para terminar, me gustaría hacer una reflexión sobre Bukele:

El flamante presidente salvadoreño que se jacta de gobernar “a través de su teléfono celular”; y, quien desprecia el proceso de paz que puso punto y final a la guerra civil que desgarró su país durante década, mientras se criaba como un niño rico, ajeno al dolor de sus compatriotas .

Me causa verdadera curiosidad qué, viendo lo acontecido a sátrapas como Muamar el Gadafi; Saddam Husein y Hosni Mubarak,

el salvadoreño, que conduce coches Ferraris en uno de los países más pobres del mundo, tenga el irrefrenable deseo de perpetuarse en el poder -no hay que ser vidente para augurar que esto en un futuro muy próximo-. Bukele es otro Uribe, otro Maduro, otro Bolsonaro; solo le importa el poder y el mal uso que de él pueda hacer.

Freddie Uribe

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